¿Cómo transmitir una tradición como herencia viva y no como mandato cristalizado? ¿Cómo se ocupa la escuela de esa transmisión? La incorporación de nuevas efemérides, ¿marca una nueva mirada para democratizar la herencia, o es una mera acumulación de nuevos bronces? El modo en el que se realiza el traspaso de las tradiciones caracteriza el vínculo entre las generaciones y el tipo de ciudadanía que se pretende construir. Les propongo iniciar una reflexión a partir de este fragmento de Sergio Guelerman. Si les interesa pueden acceder al texto completo a través del vínculo en el título del artículo.
"La escuela, constructora de
identidades por excelencia, se enfrenta con una situación y una demanda para
las cuales no fue preparada y sólo atina a responder con los elementos clásicos
de su repertorio, corriendo el riesgo de transformar la interpelación necesaria
en banalización obligada.
Por el contrario, sostengo que
esta interpelación debe apuntar a brindar a las nuevas generaciones
instrumentos para no ser sorprendidos en el espanto frente a la posibilidad
cierta de futuras repeticiones de la barbarie genocida o de cualquier otra.
Brindarles elementos de análisis que les resulten útiles para la percepción de
futuras realidades que se aprestan a vivir. Contribuir activamente en la
constitución de sujetos capaces de analizar determinadas situaciones y de
construir un discurso propio antes que sumarse a discursos desde los cuales se
los interpele sin necesidad de análisis previo. Sujetos capaces de dudar
y que necesiten hacerlo.
Entre los principios de los que
se parte para este análisis, destaco la necesidad de correrse del discurso
tradicional de conocer para no repetir, que no toma en cuenta las
enseñanzas de la historia de la humanidad –y, en especial, del sorprendente
siglo XX- tanto como las del psicoanálisis. "
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