jueves, 16 de junio de 2016

El teatro del absurdo: el existencialismo y las primeras vanguardias


                                                                         
La crisis de la civilización occidental se manifestó en el período de entreguerras y se profundizó a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. El existencialismo fue una corriente filosófica que expresó este malestar y replanteó la centralidad de la existencia humana. Esta nueva postura - presente en el pensamiento  de Jean Paul Sartre y de Albert Camus (El mito de Sísifo) - tuvo gran incidencia en el arte, en especial en las artes escénicas, entre ellas, el teatro. 

Surgió, así, el teatro del absurdo que reflejaba esta mirada sobre el mundo y la existencia en la manera de romper con las reglas aristotélicas, la inclusión del humor, el disparate, la incoherencia, lo ilógico,  el peso que cobran el decorado y la escenografía entre otras características

Los principales autores de este teatro son Samuel Beckett, Harold Pinter, Eugène Ionesco, Jean Genet, entre los europeos.


Afiche de Esperando a Godot del  Centro Cultural del Bosque - Teatro Orientación 
de Ciudad de México- promocionando la obra en 2015 



          El montacargas (o El montaplatos) -
  Representación en España de 2012

La cantante calva de Eugène Ionesco- Alternativa teatral- enero 2016


Las criadas de Jean Genet- Universidad Maimónides,julio 2016

Nuestro país no fue ajeno a la crisis y las transformaciones de la época. En ese contexto, el absurdo influyó en algunos aspectos de la obra de distintos dramaturgos como, por ejemplo, Griselda Gambaro

La vanguardia, influida fundamentalmente por el absurdo europeo, estuvo  representada por el famoso Instituto Di Tella y por el grupo  Yenesí, fundado por Eduardo Pavlovsky  y Julio Tahier. La vanguardia nació, creció, se difundió,  vivió  bajo la fuerte presencia-con recursos y apertura política,  intelectual y cultural- del Di Tella que permitía la experimentación libre y estética a nivel nacional. De él  surgió la dramaturga Griselda Gambaro, y en su sede se estrenaron las tres primeras obras de la autora, Las paredes, El desatino, Los siameses que, aun siendo absurdas, eran particulares, con rasgos propios, con características de nuestro contexto político, histórico y social. Con el tiempo, la ambigüedad en el lenguaje, la falta de adecuación lógica temporal y espacial dejará su lugar y  otra vez el  lenguaje recobrará su valor comunicativo. 



A pesar de lo dicho, su obra Antígona furiosa, muy posterior, de 1986, muestra una fuerte elaboración vanguardista cuando con el texto original de Sófocles, reproduce sus procedimientos estilísticos con una orientación nueva o  dos conviviendo, la de la Grecia clásica y la de la Argentina de la época-para poder hablar indirectamente de la represión, de las torturas, de las desapariciones-. En todos los casos, la palabra dicha cobra otro rol, porque no se la entiende, porque no comunica, porque está fuera de toda lógica.

En relación a Eduardo Pavlovsky, representa acabadamente la vanguardia con  La espera trágica. En ella, los personajes dialogan de manera incoherente,  hay juegos de palabras, ruptura del concepto de tiempo y de identidad. La palabra “espera” de su título, de hecho, remite al tema fundamental del absurdo.


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